viernes, 10 de octubre de 2008

III

Padre

Enséñame a no soñar

que vuelvo después de la neblina

a reconocer tus cadáveres



lo que no has querido levantar del suelo

enséñame a olvidarlo, padre

para que no sea preciso regresar a casa

la llovizna

el agua que se va llorando suciedad a un lugar lejano

el guanábano

los volcanes que dijeron estar esperando su caída


Padre mío, detrás de la ventana

hoy tu cara me miró con la severidad del justo

y no supe esconder mi rosto porque pensé

estás durmiendo, mujer, despierta de nuevo en Irrarázaval.

Y la cara del Dios me señaló con las pupilas

estás durmiendo, niña, despierta en la hamaca

vete dando vueltas en la pared embarrada de pies y manos

Y tu rostro, padre mío

desde mi ventana, segundo piso, tres de la mañana

dejó de preguntarme por mi ropa limpia

por la comida que se tiró a la basura

por las mariposas que incendiaron la noche

dejó de preguntarme

y se hizo el silencio como la culpa

Padre mío

estoy esperando que abras la ventana

de una puta vez

enséñame a ser desolador, como tú

a devastar ciudades como lo hiciste a la caída de la noche

Santiago de Chile, rodeada por tu fantasma

enséñame a no ver cuando tú pasas

a inclinar el cuerpo como lo haces tu frente al infinito

porque sólo tú

lo sabes

sólo tu traes la muerte

y morir es darse cuenta

que estamos rodeados de dios

y somos dios

mientras dios

vomita su sangre

en nuestras venas.