Padre
Enséñame a no soñar
que vuelvo después de la neblina
a reconocer tus cadáveres
lo que no has querido levantar del suelo
enséñame a olvidarlo, padre
para que no sea preciso regresar a casa
la llovizna
el agua que se va llorando suciedad a un lugar lejano
el guanábano
los volcanes que dijeron estar esperando su caída
Padre mío, detrás de la ventana
hoy tu cara me miró con la severidad del justo
y no supe esconder mi rosto porque pensé
estás durmiendo, mujer, despierta de nuevo en Irrarázaval.
Y la cara del Dios me señaló con las pupilas
estás durmiendo, niña, despierta en la hamaca
vete dando vueltas en la pared embarrada de pies y manos
Y tu rostro, padre mío
desde mi ventana, segundo piso, tres de la mañana
dejó de preguntarme por mi ropa limpia
por la comida que se tiró a la basura
por las mariposas que incendiaron la noche
dejó de preguntarme
y se hizo el silencio como la culpa
Padre mío
estoy esperando que abras la ventana
de una puta vez
enséñame a ser desolador, como tú
a devastar ciudades como lo hiciste a la caída de la noche
Santiago de Chile, rodeada por tu fantasma
enséñame a no ver cuando tú pasas
a inclinar el cuerpo como lo haces tu frente al infinito
porque sólo tú
lo sabes
sólo tu traes la muerte
y morir es darse cuenta
que estamos rodeados de dios
y somos dios
mientras dios
vomita su sangre
en nuestras venas.