domingo, 14 de septiembre de 2008

Irarrázaval

Hace un par de horas que dejaron de pasar los autos por la avenida Irarrazaval. Y sin embargo los semáforos continúan su danza roja y luego verde, parejas perfectas en la pista nocturna. Roja, verde, transeúnte en verde: tráfico en rojo y viceversa, carril izquierdo verde, derecho rojo: transeúnte rojo. Dos minutos y luego cambian, rojo al verde, peatón a tráfico , de aquí y allá. Bailan al compás del ruido nocturno, las maquinarias de la construcción dando reversa, lanzando pitidos de vez en cuando, perros vagabundos, las hojas de los árboles cayendo. Suena una sirena, ¿una ambulancia, tal vez? ¿Un policía?
los semáforos siguen bailando y de pronto se cruza una motocicleta. Se quedó esperando que el semáforo esté en verde. Pero ¿por qué? ningún peaton va a cruzar la calle, no hay ningún auto ni ahí ni aquí. son las cuatro de la mañana, hace frío. El motociclista espera. Yo espero, suspiro en la noche fría y mi aliento se vuelve un vaho que tiene forma y que se escapa volando hacia otra parte. El motociclista se ha quedado mirando el suelo. Un vaho escapa de su rostro pero no es su aliento el que se va volando. El humo del cigarro toma más tiempo en disolverse. El motociclista fuma, solo en esta calle, y no se mueve, aunque el semáforo hace mucho tiempo que está en verde. No girará la cara hacia mí. No mirará hacia arriba, hacia esta terraza que lo está mirando.No sabré su nombre ni él sabrá el mío, no lo extrañaré cuando se vaya. El motociclista tiene guantes de cuero pero están templando sus manos. No es de frío, supongo. O tal vez sí. Tal vez sólo tiene frío y fuma. El motociclista tiene un abrigo gris. La taza donde bebo el té es gris. El árbol que da al balcón tiene hojas grises. El motociclista es triste. No tiene casco. Su cabello debe estar helado. ¿vuelve a casa? ¿está trabajando?desde donde estoy alcanzo a verle un poco la cara, desfigurada por la perspectiva. la punta del cigarro se está apagando. El motociclista alza la mirada. Nos vemos. Sus ojos se entornan para ver mejor. Yo soy la que voltea hacia otra parte. El motociclista arranca y se va, muy rápido. El semáforo está en rojo.
Me he quedado extrañándolo por un rato. Luego vuelvo a la cama y desaparezco entre las colchas. Es triste, pero afuera los semáforos siguen bailando aunque nadie los observe.

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